dimarts, 27 de desembre del 2011

La fotografía velada. Cap. I.2

La fotografía velada
Capítulo I. 2
Mis conocimientos sobre fotografía no me ayudaban a encontrar una explicación lógica, ya que solo alcanzaban a mirar por la pantallita de las nuevas cámaras digitales y apretar el botoncito de disparado. Eso sí, era capaz de poner el selector del menú en “automático”, de otra manera me hubiera sido imposible hacer una fotografía. De todas formas, he de confesar que prefiero estar delante del objetivo que detrás de la cámara.
Tengo cierta habilidad en seleccionar las fotografías que más me gustan y llevarlas a revelar. Diríais que esto no es una habilidad, que seleccionar unas fotos y que otro las revele es una acción fácil y que no comporta ni dificultad ni responsabilidad.
Os equivocaríais. Estaríais profundamente equivocados. No hay mayor responsabilidad que la de seleccionar unas fotografías que van a ser el testimonio de unos momentos irrepetibles de nuestras vidas.
Detengámonos por un momento en este punto. ¿Alguien quiere ser recordado con el dedo metido en la nariz, hurgándose, o con un moco a medio sacar, con un extremo pegado al dedo mientras en su mirada se dibuja la paz interior del que por fin ha alcanzado el nirvana?
Que nadie quiera engañarse haciéndonos creer que realmente le gustaría que otros lo pudieran contemplar eternamente en esta actitud, por una parte tan beatífica, pero por otra tan irreverente.
Hay que reconocer la responsabilidad de seleccionar los momentos que nos gustará recordar, y en los que nos gustara que nos recuerden.
Pero no solo es una cuestión de responsabilidad, también es una habilidad o más bien una cualidad. No todos tienen la voluntad de pasar horas viendo fotografías, decidiendo cuales escoger y cuales desechar, cuales formarán parte de nuestro legado memorístico y cuales serán borradas de nuestra memoria y de los verdaderos hechos acaecidos. Lo que no se muestra en imágenes no ha sucedido. Este es el nuevo eslogan de los medios de comunicación. Muchas veces las cosas no han llegado a suceder, pero como hay imágenes que lo sugieren, llegamos a creer que han sucedido realmente.
Por todas estas razones estoy muy orgulloso de mi habilidad y responsabilidad de seleccionar y mandar revelar fotografías. Yo soy el señor de los recuerdos, el que decide lo que ha sucedido y lo que jamás ha pasado.
En mi calidad de señor de los recuerdos, aquella fotografía me llenaba de inseguridad. ¿Había estado yo en aquel colegio? ¿Por qué no se veían con nitidez las formas humanas?
Aquellos gigantes retorciéndose bajo el peso de aquel ojo que extendía su poder sobre el velado grupo y que transcendía el plano de la fotografía hasta penetrar en mí.
Me inquietaba.

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