dissabte, 4 de febrer del 2012

La fotografía velada Capitulo III.4,


   
Capítulo III - 4

El Martes siguiente, por fin pude tener unos minutos libres, fui a ver a mi amiga Isabel. El Bebol-Babel, aunque era agosto, estaba bastante concurrido. En los últimos años, no todas las empresas cierran sus puertas en verano. Contratan jóvenes en practicas para cubrir las vacaciones de su personal. Sueldos míseros y una promesa: « Si vales, puede que te incorporemos a nuestro equipo de trabajo. » Estos jóvenes pululan por Madrid tras un modo de vida que han soñado durante su adolescencia y que solo se pueden permitir porque sus familias continúan pagándoles la vivienda.
Isabel, en cuanto me vio, dejó a Andrés en la barra, sirviendo a tres embelesadas aspirantes a mileuristas.

¿Cómo terminó lo del domingo? – Me espetó sin darme tiempo ni a tomar asiento.
¡Hola, Isabel! Estás muy guapa hoy –, le contesté con sorna.
Déjate de pamplinas, que tengo el local lleno. Cuéntame, quien era ese del otro día. Aquella llamada nos cortó la conversación y no te pude sacar nada.
Eres incorregible Isabel –, no podía guardar un secreto sin que ella me lo viera escrito en la cara y hurgara hasta sacármelo –. ¿Te acuerdas que ya te había hablado de aquel primer amor que tuve en mi pueblo?
¿No, no me digas que es él?
Después de tantos años, cuando ya lo había olvidado...
¡Olvidar tú! –, no me dejó acabar la frase.
Sí. Ya lo había superado –. Contesté con sequedad, cortando cualquier discusión sobre este asunto.
Pero, cuenta, como fue la cosa. Estaba sirviendo mesas y de pronto os vi saliendo juntos.
Le conté la noticia del accidente y lo afectado que se encontraba, que fuimos a su casa y que una cosa llevo a otra y …
¡Y, y! ¿y qué? – Estaba ansiosa por los detalles picantes. Decidí complacerla, confiando en centrar su atención en lo prosaico, para no entrar en el fondo de aquella increíble historia de la fotografía.
Lo veía tan indefenso, tan vulnerable, que le di un beso.
¡Un beso! Y ¿ya está todo?
Fue un beso intenso –. Volví a revivir aquel momento –. Comenzó como un leve roce de nuestros labios. Se entreabrieron con un cierto recato. Volví a acercar mis labios y el me los tomó entre los suyos. Mi lengua entró con timidez en su boca, noté un ligero sabor a whisky y un dulce recuerdo a melocotón. Su lengua acarició la mía y penetró en mi boca inundándome de placer – , mientras le contaba aquellos detalles, tenía los ojos cerrados y volvía a sentir las mismas sensaciones que aquella noche.
¡Calla, calla! Me estás poniendo a cien –. Mi amiga tenía una imaginación muy viva y aquella descripción la trasportaba y se veía como la protagonista.
¡Qué exagerada!, Isabel.
Pero continua. No te pares ahora.
Como quedamos, callo o hablo –, le dije riéndome de ella. Al menos había conseguido centrar su atención en aquel aspecto de la historia –. No pasó nada más, estuvimos besándonos y acariciándonos un rato. Él ya se había calmado y yo consideré que para una primera cita ya estaba bien.
¡Cómo! ¿Después de tanta pasión lo dejaste? – me miró con reproche –. Eres mala. Pobre chico –. En su voz se dejaba entrever una cierta compasión por Jorge.
Ese pobre chico todavía no me ha llamado. ¿Tú que opinas?
No sé, Julia. Al fin y al cabo es solo un hombre. Ya sabes como son.
No, no es solo un hombre, Isabel. Es Jorge, mi primer amor –. Le miraba pidiéndole ayuda –. Ya le perdí una vez. No quiero volver a perderle.
¡Para el carro, amiga! – Isabel me miró fijamente a los ojos –. Solo es un hombre. Ese Jorge del que tú hablas no existe. Es producto de tu imaginación. Lo has idealizado durante la edad del pavo y todavía no has desplumado.
No tiene nada que ver con aquella idea que yo tenía de él. Es totalmente diferente... –, veía a mi amiga mientras miraba en mis recuerdos aquel prototipo de hombre perfecto – No, no tiene nada que ver. Este Jorge, el real, es tierno, indefenso ante la vida. Lloró por sus amigos muertos, como no lloran esos hombres que son pura testosterona. En su casa tiene fotografías con caras que despiertan los sentimientos más solidarios. Es humano, de hueso y carne... suave, cálida y sabrosa carne.
Estás muy mal, querida –, Isabel me tomó de las manos y me habló como una hermana mayor –. Estás idealizándolo más de lo que ya lo tenías. Ahora despierta tu espíritu maternal y quieres protegerlo de todo mal. Solo es un hombre, como todos. Tienen una neurona y la tienen en la punta del capullo. No puedes confiar en ninguno.
Eres muy bruta, Isabel. Si es así, cómo es que dejas a tu marido entre tanto estrógeno suelto.
¿Andrés? – sonrió con una cierta ironía –. Andrés es un gandul. Ya ves tú. Con la fama de trabajadores que tienen los catalanes y yo voy a parar con el único holgazán. A mi me gusta el sexo, y él está satisfecho. Le gusta hablar y engatusar a las jovencitas, pero puedo confiar en que tiene claras sus prioridades: no morder la mano que te da de comer.
Lo tienes tú muy claro –, le contesté incrédula.
Escuche una conversación que tuvo con un antiguo amigo. Él no sabía que yo estaba allí. El amigo le decía: «Aquí te pondrás las botas con tanta tía buena», Andrés le contestó : «Nano, yo ya tengo una mujer de puta madre. Todas esas niñas pijas no me interesan. ». El amigo no se lo podía creer: «Tío, cómo que pasas de estas pibitas ». Andrés contestó: «¡Tira, va! Están todas por criar y yo no quiero pasarme el rato educando a ninguna. Y las que saben mucho, quieren cosas raras: cuero, fustas, esposas... Yo quiero la tranquilidad de la parienta. Ella sabe lo que me gusta y yo se lo que le gusta » –. Me miró a los ojos –. ¿Te das cuenta? Estoy tranquila con él porque es un gandul y no quiere esforzarse ni para el sexo. Él dice que es un artista y a los artistas no se les puede pedir responsabilidades.
No sé que decir. Si felicitarte o compadecerte.
Lo que quiero decirte es que los hombres son como son, no como queremos nosotras que sean.
Esa cita filosófica es muy profunda –, le respondí con socarronería – Pero ¿le llamo o no le llamo?
Creo que tienes que enfriarte un poco, querida –. Me miraba con afecto –. Tengo miedo que te encariñes demasiado y te rompa el corazón. Deja que él te llame, así sabrás si también tiene interés y podrás pensar mejor las cosas.
Le agradecí a mi amiga la conversación. Me había hecho pensar. Y aun cuando me había generado más dudas que certidumbres, había decidido seguir su consejo de esperar a que él me llamara.
Al salir me despedí de Andrés, que estaba cortando limón en la barra.
Adiós artista –. Se lo dije mientras le daba la espalda y me dirigía a la puerta.
¿Por qué lo dice? – Le preguntaba a mi amiga.
Seguramente por conforme cortas el limón –, le contestó Isabel, que no quería hablarle de la conversación que habíamos tenido.
Soy como un Dalí de las pequeñas cosas –, dijo en voz alta para que yo pudiera escucharlo –, y Isabel es mi Gala – y la tomó por la cintura mientras hacía ostentación de su arte dándole un beso, que desató los gritos de sana envidia de la concurrencia.
Al salir, sin volverme, les salude con la mano.

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próxima entrega el miércoles 8 de febrero

Animaros y participar en la historia, todavía no la tengo terminada. Dejad una opinión  diciendo como creéis que acabara. Podéis sugerir alguna cosa.

Solo quedan unas pocas entregas más. 

Gracias a todas y todos los que estáis siguiendo esta historia.

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