Capítulo III - 4
El Martes siguiente, por
fin pude tener unos minutos libres, fui a ver a mi amiga Isabel. El
Bebol-Babel, aunque era agosto, estaba bastante concurrido. En los
últimos años, no todas las empresas cierran sus puertas en verano.
Contratan jóvenes en practicas para cubrir las vacaciones de su
personal. Sueldos míseros y una promesa: « Si vales, puede que te
incorporemos a nuestro equipo de trabajo. » Estos jóvenes pululan
por Madrid tras un modo de vida que han soñado durante su
adolescencia y que solo se pueden permitir porque sus familias
continúan pagándoles la vivienda.
Isabel, en cuanto me vio,
dejó a Andrés en la barra, sirviendo a tres embelesadas aspirantes
a mileuristas.
– ¿Cómo
terminó lo del domingo? – Me espetó sin darme tiempo ni a tomar
asiento.
– ¡Hola,
Isabel! Estás muy guapa hoy –, le contesté con sorna.
– Déjate
de pamplinas, que tengo el local lleno. Cuéntame, quien era ese del
otro día. Aquella llamada nos cortó la conversación y no te pude
sacar nada.
– Eres
incorregible Isabel –, no podía guardar un secreto sin que ella me
lo viera escrito en la cara y hurgara hasta sacármelo –. ¿Te
acuerdas que ya te había hablado de aquel primer amor que tuve en mi
pueblo?
– ¿No,
no me digas que es él?
– Después
de tantos años, cuando ya lo había olvidado...
– ¡Olvidar
tú! –, no me dejó acabar la frase.
– Sí.
Ya lo había superado –. Contesté con sequedad, cortando cualquier
discusión sobre este asunto.
– Pero,
cuenta, como fue la cosa. Estaba sirviendo mesas y de pronto os vi
saliendo juntos.
Le conté la noticia del
accidente y lo afectado que se encontraba, que fuimos a su casa y que
una cosa llevo a otra y …
– ¡Y,
y! ¿y qué? – Estaba ansiosa por los detalles picantes. Decidí
complacerla, confiando en centrar su atención en lo prosaico, para
no entrar en el fondo de aquella increíble historia de la
fotografía.
– Lo
veía tan indefenso, tan vulnerable, que le di un beso.
– ¡Un
beso! Y ¿ya está todo?
– Fue
un beso intenso –. Volví a revivir aquel momento –. Comenzó
como un leve roce de nuestros labios. Se entreabrieron con un cierto
recato. Volví a acercar mis labios y el me los tomó entre los
suyos. Mi lengua entró con timidez en su boca, noté un ligero sabor
a whisky y un dulce recuerdo a melocotón. Su lengua acarició la mía
y penetró en mi boca inundándome de placer – , mientras le
contaba aquellos detalles, tenía los ojos cerrados y volvía a
sentir las mismas sensaciones que aquella noche.
– ¡Calla,
calla! Me estás poniendo a cien –. Mi amiga tenía una imaginación
muy viva y aquella descripción la trasportaba y se veía como la
protagonista.
– ¡Qué
exagerada!, Isabel.
– Pero
continua. No te pares ahora.
– Como
quedamos, callo o hablo –, le dije riéndome de ella. Al menos
había conseguido centrar su atención en aquel aspecto de la
historia –. No pasó nada más, estuvimos besándonos y
acariciándonos un rato. Él ya se había calmado y yo consideré que
para una primera cita ya estaba bien.
– ¡Cómo!
¿Después de tanta pasión lo dejaste? – me miró con reproche –.
Eres mala. Pobre chico –. En su voz se dejaba entrever una cierta
compasión por Jorge.
– Ese
pobre chico todavía no me ha llamado. ¿Tú que opinas?
– No
sé, Julia. Al fin y al cabo es solo un hombre. Ya sabes como son.
– No,
no es solo un hombre, Isabel. Es Jorge, mi primer amor –. Le miraba
pidiéndole ayuda –. Ya le perdí una vez. No quiero volver a
perderle.
– ¡Para
el carro, amiga! – Isabel me miró fijamente a los ojos –. Solo
es un hombre. Ese Jorge del que tú hablas no existe. Es producto de
tu imaginación. Lo has idealizado durante la edad del pavo y todavía
no has desplumado.
– No
tiene nada que ver con aquella idea que yo tenía de él. Es
totalmente diferente... –, veía a mi amiga mientras miraba en mis
recuerdos aquel prototipo de hombre perfecto – No, no tiene nada
que ver. Este Jorge, el real, es tierno, indefenso ante la vida.
Lloró por sus amigos muertos, como no lloran esos hombres que son
pura testosterona. En su casa tiene fotografías con caras que
despiertan los sentimientos más solidarios. Es humano, de hueso y
carne... suave, cálida y sabrosa carne.
– Estás
muy mal, querida –, Isabel me tomó de las manos y me habló como
una hermana mayor –. Estás idealizándolo más de lo que ya lo
tenías. Ahora despierta tu espíritu maternal y quieres protegerlo
de todo mal. Solo es un hombre, como todos. Tienen una neurona y la
tienen en la punta del capullo. No puedes confiar en ninguno.
– Eres
muy bruta, Isabel. Si es así, cómo es que dejas a tu marido entre
tanto estrógeno suelto.
– ¿Andrés?
– sonrió con una cierta ironía –. Andrés es un gandul. Ya ves
tú. Con la fama de trabajadores que tienen los catalanes y yo voy a
parar con el único holgazán. A mi me gusta el sexo, y él está
satisfecho. Le gusta hablar y engatusar a las jovencitas, pero puedo
confiar en que tiene claras sus prioridades: no morder la mano que te
da de comer.
– Lo
tienes tú muy claro –, le contesté incrédula.
– Escuche
una conversación que tuvo con un antiguo amigo. Él no sabía que yo
estaba allí. El amigo le decía: «Aquí te pondrás las botas con
tanta tía buena», Andrés le contestó : «Nano, yo ya tengo una
mujer de puta madre. Todas esas niñas pijas no me interesan. ». El
amigo no se lo podía creer: «Tío, cómo que pasas de estas pibitas
». Andrés contestó: «¡Tira, va! Están todas por criar y yo no
quiero pasarme el rato educando a ninguna. Y las que saben mucho,
quieren cosas raras: cuero, fustas, esposas... Yo quiero la
tranquilidad de la parienta. Ella sabe lo que me gusta y yo se lo
que le gusta » –. Me miró a los ojos –. ¿Te das cuenta? Estoy
tranquila con él porque es un gandul y no quiere esforzarse ni para
el sexo. Él dice que es un artista y a los artistas no se les puede
pedir responsabilidades.
– No
sé que decir. Si felicitarte o compadecerte.
– Lo
que quiero decirte es que los hombres son como son, no como queremos
nosotras que sean.
– Esa
cita filosófica es muy profunda –, le respondí con socarronería
– Pero ¿le llamo o no le llamo?
– Creo
que tienes que enfriarte un poco, querida –. Me miraba con afecto –.
Tengo miedo que te encariñes demasiado y te rompa el corazón. Deja
que él te llame, así sabrás si también tiene interés y podrás
pensar mejor las cosas.
Le agradecí a mi amiga
la conversación. Me había hecho pensar. Y aun cuando me había
generado más dudas que certidumbres, había decidido seguir su
consejo de esperar a que él me llamara.
Al salir me despedí de
Andrés, que estaba cortando limón en la barra.
– Adiós
artista –. Se lo dije mientras le daba la espalda y me dirigía a
la puerta.
– ¿Por
qué lo dice? – Le preguntaba a mi amiga.
– Seguramente
por conforme cortas el limón –, le contestó Isabel, que no quería
hablarle de la conversación que habíamos tenido.
– Soy
como un Dalí de las pequeñas cosas –, dijo en voz alta para que
yo pudiera escucharlo –, y Isabel es mi Gala – y la tomó por la
cintura mientras hacía ostentación de su arte dándole un beso, que
desató los gritos de sana envidia de la concurrencia.
Al salir, sin volverme,
les salude con la mano.
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próxima entrega el miércoles 8 de febrero
Animaros y participar en la historia, todavía no la tengo terminada. Dejad una opinión diciendo como creéis que acabara. Podéis sugerir alguna cosa.
Solo quedan unas pocas entregas más.
Gracias a todas y todos los que estáis siguiendo esta historia.
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